GOBIERNO Y POESÍA
A don Pablo Neruda le habría costado mucho gobernar si le hubiese resultado su candidatura presidencial del año 1969. Afortunadamente declinó para apoyar la campaña de su amigo Salvador Allende. Don Pablo como político, nunca dejó de ser un poeta, tampoco como poeta, jamás dejó de ser un potente político. Le cantó al amor, a la mujer, a la vida, a la naturaleza, al trabajo y al obrero. Todo lo construyó desde su trinchera natural que fue siempre la causa popular, la defensa del oprimido y una oda permanente al goce de la vida y de los placeres hedónicos de los que sin duda fue un fervoroso usufructuario. Si estudiamos su vida, lo visualizamos en un constante ascenso desde su natal Parral, pasando por el ferroviario Temuco, la vida bohemia de estudiante de pedagogía en Santiago y luego su trabajo de siempre como diplomático de diferentes raleas por buena parte del mundo. Su alma era burguesa, sus gustos estaban en ese ámbito pero, sus ideales, sus sueños y sus utopías políticas en una izquierda idealizada. Si hubiere gobernado y sobre él caído todo el peso y las responsabilidades del Estado, sin duda habría sufrido las más oscuras contradicciones entre el deber y el querer.
Lo que estoy especulando sobre don Pablo, es también válido para todos aquellos jóvenes idealistas y revolucionarios que crearon el MIR en Concepción y que desde su cuna burguesa y su educación en colegios de élite, aspiraron al poder con un ideario basado en la revolución cubana donde entre sueños poéticos y un paternalismo exacerbado por el pueblo creyeron en la posibilidad de llegar al poder por las armas.
Esta conducta psicológica y quizás hasta psicopática de experimentarse política e ideológicamente como “adelantados” o “iluminados” en medio de una población carente de las luces suficientes y necesarias como para ver el “camino” de salvación, no deja de estar de gran actualidad por estos días llenos de contradicciones en las esferas del Gobierno del Presidente Gabriel Boric, en donde a diario aparecen en él y en sus ministros estos rasgos mesiánicos que apuntan a dictar cátedra sobre el cómo hacer bien las cosas en Chile y en los países vecinos, mientras en lo interno no se solucionan problemas graves urgentes.
Por lo que nos enseña la historia gobernar no es fácil, ni poético, ni popular y en la mayoría de los casos, las decisiones que se toman por razones de interés general, duelen y gastan la mochila política de los gobernantes. Mantener el orden público y hacer cumplir las leyes y las normas elementales de buena convivencia entre los ciudadanos es una cuestión básica para lograr el buen vivir. Cuidar las fronteras de la migración anómala y descontrolada en todo el país es una obligación fundamental del Estado. Mantener la paz y la concordia, sofocando los grupos armados, el narcotráfico y los robos es una cuestión muy poco popular pero a lo que la clase gobernante no puede renunciar, se gaste o no su prestigio político. Ahora para detener la delincuencia callejera, principalmente en las grandes urbes, en donde los portonazos y asaltos callejeros son pan de todos los días y realizado en su mayoría por menores de edad, debe existir una planificación estratégica de muchos ministerios: Educación, Desarrollo Social, Interior y Defensa. La mano debe ser dura, pero la mira debe estar puesta no solo en reprimir, encarcelar o matar. Los niños y jóvenes que andan en el asalto, el robo y el portonazo, son en su mayoría mandados por adultos que los controlan o subyugados por los efectos desesperantes de la pasta base (sub producto o basura de la cocaína). Roban para seguir consumiendo. La intención y meta de reinserción social debe estar presente en todas las acciones de fuerza sobre menores de edad.
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