Columna Francisco Julio M.
LA LINEA DE LA CONCORDIA.
Entre Arica y Tacna está el peor de los conflictos humanitarios de los últimos tiempos. En todas las fronteras entre Chile y nuestros tres vecinos; Argentina, Perú y Bolivia, existe un territorio intermedio que denominamos coloquialmente “la tierra de nadie”. Este terreno, que tiene dimensiones de largo y ancho muy distintos y relativos está entre esas dos líneas limítrofes imaginarias que marcan los lindes o bordes de cada país. Arica de Chile y Tacna de Perú, dos ciudades amigas de gran interacción comercial, social y humana desde 1929, casi 100 años de construcción de una relación que no ha sido fácil posterior a una guerra que fue dura y brutal. Hoy por hoy existe una gran interdependencia entre estas dos naciones y particularmente entre estas dos ciudades norteñas que están a una distancia menor a los 60 kilómetros.
Allí en esta “tierra de nadie” entre Perú y Chile es decir entre Tacna y Arica y entre las dos fronteras con sus instalaciones y oficinas fronterizas con aduanas, policías y controles de salud, se ha acumulado un conglomerado humano de muchas naciones americanas que está atascado y encerrados en esta parte del desierto de Atacama en condiciones tan precarias que se puede decir que están en riesgo de muerte permanente por falta de alimentación, salud y abrigo. Son personas y familias con guaguas, niños pequeños, mujeres embarazadas y muchas personas enfermas y desesperadas. Son principalmente personas venezolanas que han decidido irse de Chile porque su “sueño” de salir adelante en Chile fracasó. También hay en esta árida y desamparada tierra personas de nacionalidad peruana, boliviana, haitiana y colombiana. Todos están encerrados en este mortal territorio por cuanto la frontera con Perú por mandato de su Gobierno, les niegan el ingreso a Perú como camino de paso a sus países de origen. Lo mismo sucede actualmente con la frontera con Bolivia. Entre estas personas “atascadas” en el desierto hay personas con su documentación al día y otros muchos indocumentados.
Todas estas familias y personas de países hermanos de América Latina y el Caribe que se han “lanzado” de manera desesperada a la terrible experiencia de abandonar su país natal y salir a ciegas y con una par de maletas con lo elemental, en busca de un sueño por una vida mejor, es lo que han vivido todos los emigrantes del mundo y de la historia. Chile es un país formado en más de un 80% de personas emigrantes y que en sus orígenes han sufrido la experiencia de dejarlo todo en busca de una vida mejor. No nos olvidemos de eso. Nuestro propio Ministro de Relaciones Exteriores o Canciller, don Alberto van Klaveren es de familia de migrantes que llegó a la ciudad sureña de Gorbea hace muchos años. No podemos ahora desconocer el dolor y el sufrimiento de tanto ciudadano de países hermanos que están viviendo lo que nuestras propias familias vivieron antaño.
Las soluciones deben ser rápidas, es un problema de vida o muerte para cientos de personas. Chile propone crear una solución “continental” creando un “pasadizo de retorno”, es decir poner una set de buses suficientes para llevar a todas estas personas “detenidas” o “encerradas” en esta “tierra de nadie” en el desierto de Atacama a sus lugares de origen. Esto, hacerlo mediante un acuerdo entre Chile, Perú, Bolivia, Venezuela u Colombia, de modo de que este retorno de tantos y tantas sea un viaje humanitario con medios de control, abastecimiento, alimentación, aseo y salubridad. Este trámite requiere voluntad, inteligencia y dinero por parte de todos los países implicados y para esto deben moverse con tesón las Cancillerías de todos estos países.
De más está decir que aquí estamos hablando de una acción humanitaria por estas personas desesperadas por su retorno a sus países de origen. Otra cosa es la migración descontrolada de miles de personas que quieren ingresar de forma anónima a Chile y como nos enseña la experiencia entre estos tantos, vienen también mucho extranjeros que militan por años y con mucha experiencia en el delito y en el narcotráfico. Debe existir control e inteligencia para separar al ciudadano valioso y documentado que quiere venir a nuestro país a aportar y crecer del delincuente común que viene a crecer en la delincuencia destruyendo nuestra convivencia.
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