ELOGIO A LA LENTITUD
(Por Francisco Julio M.)
¿Qué nos apura tanto? Vivimos en la era de la velocidad. El mundo humano que nos rodea se mueve con más rapidez de lo que jamás lo había hecho. Nos esforzamos por ser más eficientes, por hacer más cosas por minuto, por hora, cada día. Desde que La Revolución Industrial hizo “avanzar” al mundo, el culto a la velocidad nos ha empujado hasta el punto de ruptura. Vivimos al borde de la extenuación, y tanto el cuerpo como la mente nos recuerdan constantemente que el ritmo de la vida gira vertiginosamente, descontrolado. Hemos creado a partir de los avances y descubrimientos tecnológicos y científicos post renacentistas y su devenir industrial desde mediados del año 1600, un infierno de máquinas, fábricas e industrias que quieren explotarlo todo por dinero y en el menor tiempo posible. El RELOJ moderno, preciso y exacto ha sido nuestra perdición. Allí comenzó nuestra ruta imparable hacia la autodestrucción de la humanidad y de toda la biósfera. Quisimos creer que ese era el camino correcto. El catecismo religioso nos respaldaba con nuestra condición de “reyes” del universo, dueños y señores de todo lo existente en la Tierra. Además confiábamos que todos los recursos existentes en el planeta eran infinitos e inacabables. Debimos, quizás, haber pasado de la condición mística y contemplativa de la Edad Media a un Renacimiento cercano y hermano de la cultura greco romana en sus mejores manifestaciones de reflexión y racionalidad, pero no fue así y “pendulamos” al otro extremo y aquí estamos, apurados hasta para hacer el amor.
¿De qué estamos arrancando? ¿Vivimos tan aceleradamente para no enfrentarnos a nosotros mismos? O al revés: ¿Somos desdichados porque no tenemos tiempo para dedicarnos pausadamente a nosotros mismos? Quizás nuestra aceleración, nuestro apuro no sea una forma de querer explotar y vivir más intensamente la vida, si no por el contrario, podría ser una manera de evadirse de nuestra muerte ineludible. Nadie sabe.
Lo que sí sabemos es que el cerebro humano está acondicionado por construcción y evolución para la velocidad. El desplazamiento veloz, la relación y cercanía del peligro, las vibraciones, las palpitaciones, las emociones fuertes no le son ni desconocidas ni desagradables. Todas estas embriagadoras experiencias sensoriales, nos estimulan. La velocidad y la agitación libera desde nuestro propio cuerpo, dos substancias muy estimulantes, la adrenalina y la noradrenalina, que al ser las mismas que recorren nuestro cuerpo en el placentero acto sexual, lo que sin duda genera adicción o “éxtasis de la velocidad”, como le llama el escritor checo, MilanKundera autor de esa novela tan conocida “La Insoportable Levedad Del Ser”.
Lo interesante es que estos “gustos” cerebrales por la rapidez y la aceleración en determinados aspectos de nuestra vida, no son inmanejables en muchas otras actividades. La conciencia humana generalizada de que vivir con tanto apuro y hacer todo contra el tiempo tiene mal sabor y hace de nuestra existencia un bodrio, es una realidad planetaria. Toda la sociedad humana está luchando por “frenar” la pelea contra el reloj, hacer todo más lento, trabajar menos horas (Dato: entre 1700 y 1900 era común que los obreros y trabajadores estuvieran en sus ocupaciones mal pagadas 18 horas diarias). En Chile la ley de las 40 horas semanales va en esa humanizante dirección.
NOTA: A nivel mundial, esta conciencia del “arriba” el “DESPACITO” (Fonsi) y “abajo” el RAPIDITO”, es una organización mundial que lleva el nombre de “GRUPO SLOW” O “GRUPO LENTO”
MI CORREO: panchana.1942@gmail.com