Una reciente polémica sobre el origen de los picarones, el emblemático postre peruano, ha desatado nuevamente el debate sobre la propiedad cultural entre Perú y Chile. El incidente, provocado por las declaraciones de un presentador chileno, nos lleva a explorar la verdadera historia de este manjar tradicional que forma parte del patrimonio culinario limeño.
Los orígenes virreinales de un postre emblemático
Según el investigador Tulio Frasson Lindley, la primera referencia documentada de este postre se remonta al siglo XVII, específicamente en la obra «Diente del Parnaso» del poeta Juan del Valle Caviedes. Aunque inicialmente se mencionaba como «miel sobre buñuelos», la evolución hacia el término «picarón» quedó registrada en 1798 en la obra «Lima por dentro y fuera» de Esteban de Landa.
La transformación del buñuelo español al picarón peruano no fue solo nominal sino también culinaria, incorporando ingredientes locales como el camote y el zapallo, además de la característica miel de chancaca que lo distingue.
La historia de Rosalía: el puente entre dos culturas
Un capítulo fascinante en la historia de los picarones involucra a Rosalía, figura casi mítica que introdujo el postre en Chile hacia 1820. Los registros históricos la describen como una comerciante peruana que estableció un negocio de picarones en Santiago, contribuyendo así a la difusión de la gastronomía peruana en el país vecino.
Destacados historiadores chilenos como Eugenio Pereira Salas y el novelista Lautaro Silva han reconocido abiertamente el origen peruano de este postre, contradiciendo las recientes controversias mediáticas.
Patrimonio cultural en riesgo
Más allá de la polémica binacional, Frasson advierte sobre la necesidad de preservar las tradiciones culinarias peruanas. «Es una cultura limeña picarona«, afirma, destacando la importancia de proteger no solo los platos emblemáticos de la capital, sino también las preparaciones regionales en peligro de extinción.
La disputa actual refleja una tendencia más amplia de conflictos gastronómicos en la región andina, donde las fronteras culturales trascienden los límites políticos modernos. El verdadero desafío, según los expertos, no es tanto defender la propiedad nacional de un plato, sino preservar la rica diversidad culinaria de toda la región.